Esta historia de amor, es en la que a través de toda la Sagrada escritura, mediante los profetas, Dios nos ha invitado a volver a Él, solo que hemos sido muchas veces indiferentes y sordos a sus invitaciones y por eso el Padre compadecido de nuestro extravío nos envía lo mejor de sí mismo, a su propio Hijo Nuestro Señor Jesucristo quién es la expresión más grande de ese amor "tanto amó Dios al mundo que nos envió a su hijo único", amor que viene a liberar al hombre de sus  esclavitudes y a restaurar su reino, que es la casa del padre a donde debemos orientar nuestro retorno a Él.

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Viviendo esta invitación jubilar aceptemos la invitación del apóstol San Pablo "dejes en reconciliar" acerquémonos pues a la fuente de la gracia y con un corazón humillado y contracto lleguemos a la casa del Señor.

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La misericordia, como lo han dicho y vivido los santos y como lo han atestiguado los cristianos desde la misma época en que Cristo caminó entre Nosotros humanamente, es esa misteriosa fuerza, sentimiento y capacidad que nace en el corazón del hombre y que se debe extender hasta sus manos donde se convertirá en obra calmando el hambre, la sed y la desnudez del hermano, más aún, convirtiéndose en signo fraternidad, de confianza, de fuerza, de consuelo… una mano que es capaz de levantar al que ha caído y necesita de nuestra ayuda.

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Este mes de trabajo jubilar con los adultos, es la oportunidad ideal para que la reflexión de las 14 obras de misericordia salga de la teoría y se convierta en un estilo de vida que nos lleve a ser imagen de Cristo quien también supo ser misericordioso como el Padre. “¡Es tiempo de conversión, es tiempo de salvación, es tiempo de misericordia!”.